6 de enero de 2013

Forges


Forges ha sido siempre así, un oportunista templador de gaitas y castucito sociatiprogre a muerte, que ponía al servicio de la superioridad, primero, que puede ser muy divertido, pero también su magnífica habilidad para parecer muy audaz mientras nadaba entre dos aguas, adoptando determinadas poses genéricas de "idealista antisistema pero no tanto" muy útiles para que la gente joven se identificara con él y con un supuesto compromiso que luego no tenía, pero no te olvides de Haití.

Yo lo calé definitivamente en los acontecimientos del 15M, que, recordarán, coincidieron con unas elecciones municipales. Cuando las elecciones pasaron y el movimiento pareció afianzarse, Forges fue todo guiños, pero los chistes previos a la jornada electoral fueron un completo ninguneo que, gradualmente, y a medida que se acercaba la fecha de las elecciones, fueron dando paso a toda una serie de ambigüedades muy bien calculadas que intentaban desviar el impulso juvenil de una protesta que él ninguneaba hacia lo que verdaderamente le importaba en aquel momento: que la gente joven fuera a votar, y dada la coyuntura municipal, ya saben ustedes a quién. 

Todo esto sin salirse en ningún momento de un tono adulón y condescendiente para con la juventud, porque, y ya se lo he visto en un par de apariciones televisivas recientes, parece pretender erigirse en otro gurú de la crisis y faro de una nueva renovación de este país, renovación dirigida por los viejunos de siempre. Si el Folllonero y Wyoming pueden, ¿por qué no él?.

Sobre si ninguno de los jóvenes lo va a hacer como él, está claro que gente como Fontdevilla o Vergara le dan mil vueltas. Y no tienen miedo de adoptar posturas incómodas, y adoptarlas claramente, no como alusiones. Son incluso capaces de enfrentarse a lo que saben que es la opinión mayoritaria de sus lectores, por ejemplo en el tema de los derechos de autor. Otros humoristas de la quinta de Forges, como el Roto, aunque se mojan menos de lo que pudiera parecer, por lo menos han estado siempre en la misma clave y no alteran la línea por cálculos pancistas de algo tan banal como unas elecciones municipales.

El Roto me merece un respeto que Forges no me merece, salvo por los plagios, un cotilleo del mundillo de los humoristas gráficos que ya les contaré otro día. Se puede aducir que sus apriorismos anticapitalismo y antisistema no siempre conllevan una postura de compromiso, pero no todas las generalizaciones son malas: si son lo bastante profundas, se convierten en filosofía. Y el Roto puede ser profundo. Lo malo de El Roto es que su estilo, en manos de alguien más banal, puede servir de mal ejemplo. ¿Se acuerdan ustedes de Jordi Labanda, el dibujante de las niñas pijas chachi superguay del agua Fontvella, los complementos de ropa y los anuncios de Chanel?



Pues a ése también lo tenemos ahora lavándose la imagen con chistes anticapitalistas genéricos, de ésos mismos que hace Forges con banqueros gordos y señores de gafas oscuras, que sólo sirven para que la gente, especialmente la gente joven, se confunda y se deje robar en las narices porque esta gente le procura una falsa sensación de suficiencia informativa, al decirles, machacona, insistentemente, que en este mundo hay mucho ladrón y mucho canalla, pero al escamotearles el dato crucial de que entre los ladrones y los canallas hay muchos elementos que no responden a primera vista a la imagen del banquero gordo y de gafas oscuras, elementos que con frecuencia estos esbirros del poder nos intentarán hacer aparecer como gente simpática y modelos a imitar.




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